Es difícil imaginar una celebración sin vinos y cavas. Tal vez una fiesta menor, un cumpleaños de niños, una Primera Comunión. Pero no las Navidades. Una cena familiar sin caldos pierde lustre.
Los vinos y cavas son parte integral de nuestra gastronomía porque expanden los sabores. La experiencia de disfrutar una buena carne, un queso, incluso un postre con vinos y cavas es sublime.
Los sabores cambian, crecen, evolucionan cuando los acompañamos con vinos y cavas. Los aromas explotan, los sentidos florecen empujados por los efluvios hasta llevarnos al éxtasis.
Todo, por supuesto, con moderación, con medida. Los vinos y cavas están para mejorar nuestra experiencia culinaria, no para abusar de sus virtudes.

Vinos y cavas, históricos compañeros
La Biblia y el Talmud, son dos libros que aúnan las enseñanzas y reglas de dos grandes religiones. Ambas mencionan en muchas ocasiones el vino. El cava es de más reciente cuño.
El mismo Jesucristo convirtió el agua en vino en las Bodas de Canaán. Algo tendrá bueno el caldo de uva que muy pronto en nuestra civilización se convirtió en compañero de celebraciones.
Cuando bebemos una copa de vino, estamos conectando con nuestros amigos, con la familia, con nuestros antepasados. Los mesopotámicos y los egipcios bebían y celebraban con vino.
Qué decir de los romanos, que hasta un dios del vino, Baco, nombraron. Desde entonces, el vino adorna y mejora nuestras comidas.
El cava llegó un poco después, gracias a la pericia de los monjes benedictinos de la Abadía de San Hilario, en el sur de Francia. Ellos se dieron cuenta de que, las burbujas antes consideradas como dañinas, gustaban mucho a la gente.

Dom Perignon, uno de esos monjes, no fue el descubridor, pero sí mejoró las técnicas de producción. Fue sin querer, pero el nombre no importa. Ya sea champagne, cava, sekt o prosecco, es básicamente lo mismo: vino espumoso. El mejor brindis.
La calidad de nuestros vinos
Los mismos monjes que cultivaron las uvas y produjeron vino en la Edad Media, comenzaron a catalogar el vino siguiendo su calidad. Ellos se dieron cuenta de que no todas las uvas, y de no todos los viñedos, producían buenos vinos.
Comenzaron a tomar apuntes, a guardar estadísticas. Apuntaban los nombres de los mejores viñedos, de las mejores regiones, y de los mejores años.
Se dieron cuenta de que ciertos tipos de suelo y ciertos climas daban mejores uvas. Lo mismo que los procesos de elaboración y almacenamiento. La producción de vino se profesionalizó en los monasterios y conventos europeos.
En la actualidad, la tecnología permite que pequeños viñedos con pocos recursos produzcan vinos de calidad. Por eso la oferta es tan amplia. Son tantos los vinos que nos cuesta elegir.
Eso sí, hay ciertos parámetros que nos ayudan: la región, la añada, el tipo de vino (crianza o reserva), y queramos o no, el precio. No siempre el vino más caro será el mejor, ni viceversa, pero algo nos dice de su calidad.
Regala vinos o cavas de calidad
En Por Amor a la Gastronomía creemos que los vinos y cavas son una gran adición a la mesa. Son, además, uno de los mejores regalos. El problema es que la oferta es enorme y es muy difícil escoger.
Los vinos europeos hace tiempo que perdieron su monopolio. Hay magníficos vinos en Sudamérica, en Estados Unidos o Australia. Incluso Sudáfrica se ha colado a la mesa de los invitados.
Elegir un buen vino es una cuestión de gusto, y de fé. Por ello, hemos hecho una breve selección de grandes vinos y cavas y de buenas oportunidades. La calidad del producto y el servicio de nuestras recomendaciones está asegurada.
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